Natalia Rebolledo y la importancia de poner en práctica la ciencia

La desertificación de los territorios es uno de los problemas socioambientales más agudos que enfrenta nuestro país. Afecta a los suelos, la biodiversidad y también la calidad de vida de quienes habitan estas zonas.

Natalia Rebolledo es la directora ejecutiva de Un Alto en el Desierto, una fundación erradicada en la comuna de Ovalle que se dedica a la cosecha y reutilización del agua en Chile. Tratan aguas de distintos orígenes, como la niebla, el rocío, la lluvia y las aguas grises, provenientes de lavadoras, lavamanos y duchas. Natalia, administradora pública de profesión, logró encantarse con la ciencia detrás de los quehaceres de la organización.

– ¿Cómo nace la fundación Un Alto en el Desierto?

– Partió con don Daniel Rojas, que es el presidente de una comunidad agrícola acá en la Región de Coquimbo, en Ovalle, y Nicolás Schneider, un geógrafo que estaba en Servicio País en ese tiempo, como por el 2005. Ellos hicieron una alianza entre los dos y empezaron a realizar talleres y programas medioambientales. Concertaron una alianza con la Pontificia Universidad Católica de Chile y crearon un programa que se denominó Un Alto en el Desierto.

Todo parte en uno de esos talleres. Subieron a un cerro profesores, estudiantes y académicos de la universidad y juraron proteger este lugar, que hoy es la Reserva Ecológica Cerro Grande, en la Comunidad Agrícola de Peñablanca. Es donde están los atrapaniebla de la fundación instalados y donde se cosecha agua de niebla. Hoy es el parque de atrapaniebla más visitado en Chile.

– ¿Cómo llegaste a ser parte de la fundación?

– Yo me uní a este grupo el año 2014. Conocí a Nicolás y a don Daniel, quienes me contaron lo que estaban haciendo y me invitaron a participar. Yo trabajaba en Santiago, era jefa de personal en el Ministerio de Vivienda, nada que ver.

Conocí esta reserva, conocí este cerro, conocí este grupo de personas maravillosas y dije "ya, me vengo para acá". Decidimos armar una fundación y todo lo que era un programa, transformarlo en una institucionalidad. Ahí me ayudó mi formación de administradora pública para poder generar una organización. Esta organización ya más formal empieza a trabajar desde el año 2015 como Un Alto en el Desierto con una red de personas y de escuelas que reciclan agua.

– ¿Cuál es el objetivo de la fundación y su visión para el futuro?

– Uno de nuestros principales objetivos es convertirnos en una barrera verde, una barrera humana, para frenar el avance del desierto en Chile ¿Cómo?, mediante la reutilización del agua y un trabajo colaborativo. Es una suma de lugares, como las escuelas y hogares, que están reciclando agua. Sumamos todos esos esfuerzos individuales en un ser colectivo, ese es uno de nuestros principales objetivos.

También nos dedicamos a la educación ambiental. No es tan solo el instalar sistemas de reciclaje de agua y transferir elementos tecnológicos, sino que también generar educación ambiental y conciencia con los estudiantes.

Siempre se dice que los niños son el futuro y por eso uno tiene que trabajar en educación, sin embargo, nosotros pensamos que los niños son el presente. No podemos tan solo decirles "en el futuro va a quedar la escoba, ustedes deben hacerse cargo de solucionar esto", sino que nosotros también debemos entregarles referentes, ejemplos y hacer en conjunto con ellos. El mundo adulto es muy inerte, muy estanco, se dice mucho y se hace poco, por eso para nosotros es esencial entregar referentes de personas que hacen.

– En relación con lo que comentas de la enseñanza, ustedes participan en la realización de una Academia de Innovación Hídrica Ambiental, ¿qué actividades realizan en esta academia?

– Tenemos dos líneas. Una línea es el Programa de Educación Ambiental Un Alto en el Desierto, el que contempla instalar sistemas de reciclaje de agua en las escuelas, pero a la vez hacer un acompañamiento de al menos un año en el que se enseñe a utilizar este sistema. La idea es que los niños vayan haciendo hipótesis, mediciones y obtención de datos para que logren sacar conclusiones y exponer cómo les ha ido con el sistema. Ya han sido más de 30 escuelas las que han pasado por el programa, desde el año 2011 a la fecha.

Además, trabajamos con el Liceo Politécnico de Ovalle en una Academia de Innovación Hídrico Ambiental que tiene una línea técnica y una línea cívica. En la línea cívica tenemos una alianza con la Fundación Mustakis y la Fundación Newenko, con las cuales estamos diseñando un juego de mesa para concientizar acerca del derecho humano al agua.

La línea técnica se enfoca en crear un dispositivo para medir la calidad del agua in situ en las escuelas. Eso lo estamos haciendo con un grupo de estudiantes, en su mayoría mujeres, y con el apoyo de dos biotecnólogas que nos ayudan con los talleres y acercan todo el tema STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) a las mujeres y, sobre todo, al sector más rural.

– Mencionaste que trabajan colaborativamente con los habitantes de la provincia, ¿por qué para ustedes es importante el trabajo con las comunidades en donde está inserta la fundación?, ¿de qué forma se desarrolla?

– Trabajamos con la Comunidad Agrícola de Peñablanca. Este trabajo viene del año 2005 y ha generado un vínculo muy fuerte entre la comunidad y la fundación, el que se traduce en tener una reserva de 100 hectáreas que se riega con agua de niebla.

Todo lo que hacemos nosotros no tiene que ver con armar un proyecto, gastarnos los recursos, dejar algo instalado e irnos, no. Nosotros hacemos que de todos los proyectos que generamos y nos adjudicamos, la mayor cantidad de recursos queden en los territorios, sean ejecutados por las mismas personas y que la apropiación tecnológica responda a sus necesidades.

Es bajar un poco la ciencia a lo cotidiano y que todos vayamos aportando conocimiento conjunto para crear soluciones que enfrenten la escasez hídrica y nos ayuden a adaptarnos al cambio climático. Que esto se dé desde los territorios, para los territorios y con los territorios, yo creo que eso es un sello que tenemos.

– ¿De qué manera se han visto reflejadas sus acciones en los territorios donde trabajan?

– Lo primero es que lo vemos en litros, en cantidad. Nos gustan los datos y que los niños también lo midan. 15 escuelas reciclan alrededor de 5 mil litros de agua al día. Si eso uno lo lleva a camión aljibe y a un tema anual, te da que reutilizamos el equivalente a 100 camiones aljibe al año solo con las escuelas.

Esto también lo hemos ido replicando en hogares, en donde reciclan agua de lavadora. Actualmente estamos con una red de siete hogares que están reutilizando 5.170 litros a la semana, eso nos da 27 camiones aljibe al año. Las escuelas utilizan estas aguas para regar sus patios.

Actualmente, hay establecimientos educacionales que tienen prohibición de regar con agua potable, que tienen cortes de agua programados desde las 13:00 en adelante; esta agua les permite mantener sus entornos verdes. Son territorios completamente degradados, secos, y con este riego es posible mantener esos espacios verdes, lo que mejora mucho la convivencia escolar.

Además, tenemos 24 paneles de atrapaniebla de 3x3 metros y eso nos posibilita cosechar entre 25 mil litros y 35 mil litros al mes. Son como 500 mil litros al año de agua de niebla que nos permiten regar esta reserva, entregar agua para los animales y en su momento sirvió para abastecer de agua a la comunidad.

– ¿De qué manera crees que la ciencia puede aportar con soluciones a problemas que tiene Chile actualmente, como es el de la desertificación?

– Con el tema de la sequía, existen millones de diagnósticos, pero en la práctica, muy poco. Que esos diagnósticos se conviertan en una solución real es como inversamente proporcional, mientras más diagnósticos, menos ejecución práctica.

La ciencia tiene que ir con la bajada práctica y tiene que complementarse con la ciudadanía. No puede ser que la ciencia sea una esfera inalcanzable. Entonces, ¿cómo fomentamos las capacidades locales y científicas para que haya un mayor desarrollo del territorio?

Nuestra mirada es que la ciencia es muy importante para la solución de nuestros problemas territoriales y por eso tenemos que nutrirla entre todos. La ciencia debe tener una bajada ciudadana, una bajada simple y a la práctica.

Si deseas conocer más acerca de Un Alto en el Desierto, te invitamos a revisar su sitio web y su cuenta de Instagram.