Historia de la ciencia en Chile

Inicios de la ciencia en Chile

La actividad científica en el territorio nacional parte antes que la Primera Junta de Gobierno en 1810.

Lo hace con la fundación de instituciones como el Colegio Máximo de San Miguel (1625 - 1767) y la contratación de docentes e investigadores como el abate Juan Ignacio Molina (Abate Molina), pionero de la historia natural -que ahora se conoce como “ciencias naturales”- con su “Ensayo sobre la Historia Natural de Chile” (1782) y posteriores publicaciones como “Memorias de Historia Natural” en 1829.

El primer gran avance de la ciencia en la República de Chile se dio con la decisión de querer implementar un Museo Nacional de Historia Natural (MNHN) en 1813, el cual se inauguró en 1830. Ese año también se realizó la contratación de Claudio Gay por parte del gobierno, con el fin de investigar la historia natural del país, lo cual finalizó en 1871 con el ultimo de sus 29 volúmenes de “Historia Física y Política de Chile”.

A lo largo del siglo XIX surgen intelectuales extranjeros como Andrés Bello, quien fundó la Universidad de Chile (UCH) y sigue siendo, hasta hoy, un pilar histórico de la investigación en el país; Ignacio Domeyko, geólogo, quien presionó por hacer escuelas de minería en el norte de Chile; Rodolfo Philippi, expedicionista que recorrió desde el desierto de Atacama hasta Llanquihue; Andrés Gorbea, matemático que publicó “Curso Completo de Matemáticas Puras” (1833) y fue el primer libro de matemáticas publicado en Chile; James Gillis, contratado para crear lo que sería el primer observatorio astronómico nacional en 1952, entre muchos otros.

Institucionalidad en Chile

La ciencia se ha institucionalizado en Chile desde sus comienzos con el MNHN, la Universidad de Chile, la creación de la Universidad Católica de Chile (UC) y el Museo de Historia Natural en Valparaíso, y principalmente por el esfuerzo de grandes científicos.

Desde la creación de la revista “Anales de la UCH” en el año 1843 se vislumbra el auge del surgimiento de revistas de humanidades y ciencias. Y algunos de los tópicos de las primeras magazines científicas eran sobre agricultura, minería, arqueología, economía y medicina, marcando con esto el gran pie de arranque en la colaboración en la ciencia en Chile.

Por otro lado, a finales del siglo XIX se realizaron los primeros congresos científicos en Chile. Versaban sobre asuntos relacionados a actividades en agronomía, problemáticas y avances en la medicina e investigación en educación. Y el Primer Congreso Científico General de Chile en 1893 fue, cómo no, el primero en reunir áreas de todas las ciencias.

Con el paso al siglo XX, la historia dice que fue de los más productivos en la actividad científica mundial: hubo un incremento en programas de investigación, teorías, métodos y descubrimientos y junto a esto también progresó la institucionalidad.

En nuestro país se creó el Ministerio de Educación en 1927 y este quedó a cargo de la implementación de políticas públicas reguladoras y presupuestarias para la ciencia a lo largo de la época. También convirtió en una realidad la Comisión Nacional de Investigación Científica y tecnológica (CONICYT) en 1967.

El CONICYT fue una institución pilar para la investigación en Chile, puesto que desde 1981 dispuso de fondos estatales que fueron destinados a la investigación en todas las áreas del conocimiento. El más famoso es el Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (FONDECYT) y junto a su nacimiento, también surgió el Premio Nacional de Ciencias en 1968 que tenía como fin reconocer los avances de investigadores nacionales, pero que posteriormente pasó a dividirse en 3 premios desde 1992: el “Premio Nacional de Ciencias Naturales”, el “Premio Nacional de Ciencias Exactas” y el “Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales”.

Toda esta institucionalidad también se tradujo en la creación de centros y núcleos de investigación y mayor implementación de laboratorios en universidades. Dentro de estos avances, el más relevante fue el aumento de observatorios internacionales en Chile, gracias a que desde 1950 se reconoce que las condiciones geográficas y climáticas en nuestro territorio son las mejores para la investigación astronómica en el mundo.

Mujeres en la historia de la ciencia en Chile

Poco antes de las científicas pioneras en Chile, hubo grupos de mujeres que exigieron que se les considerase para ingresar a la universidad tal y como a sus compañeros del sexo opuesto. En esta proeza, destacaron las profesoras Antonia Tarragó e Isabel Le Brun, quienes solicitaron el ingreso de sus estudiantes ante el Consejo Universitario en 1872 y 1876. Fue gracias a esto, que se llegó al “Decreto Amunategui” en 1877 que facilitaba el ingreso de mujeres a las universidades.

Desde la firma del decreto tuvieron que pasar 4 años para que Eloísa Díaz entrara a estudiar medicina en la UCH en 1881, titulándose como la primera médica en 1887 junto a Ernestina Pérez y Eva Quezada. Posteriormente, el número de mujeres que ingresaban a cursar estudios superiores aumentó y así Justicia Acuña, por ejemplo, pudo titularse de ingeniera en 1919.

El egreso de mujeres en carreras universitarias permitió que buscaran oportunidades en áreas de la investigación, así como Irma Salas, que después de egresar de Profesora de Inglés en 1924 obtuvo su PhD en Educación por la Universidad de Columbia, convirtiéndose en la primera mujer chilena en obtener este alto grado académico. Una vez en Chile, fundó el Liceo Experimental Manuel de Salas (1934) con el propósito de investigar nuevas metodologías de enseñanza, convirtiéndose en el principal laboratorio de educación en Chile.

Con el desarrollo de la ciencia, las mujeres impulsaban, a la par, distintas áreas en las que serían adelantadas a su época, como la austriaca y nacionalizada chilena Grete Mostny quien impulsó el estudio arqueológico en Chile y que fue gestora de investigaciones sobre el “Niño del cerro El Plomo” además de directora del MNHN entre 1964 y 1982.

Paralelamente, en 1964, Adelina Gutiérrez se doctoró de astrofísica, siendo la primera astrofísica del país. Al llegar a Chile y empezar a trabajar investigando en la UCH participó en la creación de la carrera de Licenciatura en astronomía y el Magíster en Astronomía. Además, fue la primera mujer en entrar como miembro en La Academia Chilena de Ciencias en 1967.

Así, a lo largo del siglo XX, las científicas chilenas se abrieron paso en los círculos científicos nacionales mediante sus esfuerzos académicos e investigatorios. También fueron quienes han promovido la participación de más niñas y adolescentes en las ciencias.

Actualidad y desafíos

En el año 2018 se fundó el Ministerio de Ciencias, Tecnología, Conocimiento e Innovación que crearía la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID) con una labor similar a la del CONICYT.

La ciencia ya se encuentra en todas las esferas del orden público, desde el periodismo científico hasta la investigación de punta, no obstante, quedan muchos desafíos para su avance en el país.

Algunos de ellos sería lograr paridad de género en las carreras del área de STEAM (Science, Technology, Engineering, Arts and Maths), esto debido a que el “Reporte de participación femenina 2018” del CONICYT concluyó que la matrícula a nivel de educación superior se distribuye cercana a un 50% entre hombres y mujeres… Pero solo un 23% de los estudiantes de ciencias son mujeres.

Además, a medida que se sube en grados académicos, la matrícula de mujeres disminuye respecto a la de hombres. Y sumado a esto, apenas un 26% de los recursos de FONDECYT son adjudicados a científicas.

Otro gran reto es el aumento de la inversión estatal en ciencias. Actualmente el presupuesto ronda cercano al 0,4% del Producto Interno Bruto (PIB) del país, lo cual se considera como una cifra preocupante si se toma en cuenta que el promedio de la inversión en ciencia de otros países pertenecientes a la OCDE es cercano al 2,6% del PIB.

El triunfo de la opción por el “Apruebo” del Plebiscito del 25 de octubre del 2020, planteó la posibilidad de institucionalizar la ciencia. Y por lo mismo, hay científicos que buscan postular a la Convención Constitucional para que se instaure, finalmente, el debate público sobre el estatus de la ciencia en Chile y cómo debe ser incluida esta área de estudio en nuestra futura Carta Magna.

La necesidad de una sociedad del siglo XXI en el que se tomen en cuenta los conocimientos científicos para resolver asuntos socio-científicos, como lo son la contaminación ambiental, la vacunación ante el SARS-CoV-2, la alimentación saludable, la salud mental y muchas otras cosas más, debe ser cubierta por todos los medios posibles.