En el último tiempo, los medios de prensa y las redes sociales han hablado bastante acerca de un tratamiento médico que ha ganado notoriedad por su capacidad para ayudar a perder peso.
Este medicamento ha generado tanto interés como controversias, desde su impacto en la salud pública hasta su uso inapropiado. En este artículo, exploraremos su funcionamiento y los riesgos asociados a su popularización.
El Ozempic, químicamente conocido como semaglutida, es un medicamento usado para tratar la diabetes tipo II. Las personas que tienen esta enfermedad tienen un alto nivel de azúcar en la sangre debido a que el páncreas no produce la cantidad suficiente de insulina, hormona que ayuda a que la glucosa entre a las células para descomponerse y obtener energía.
Existen muchas formas de controlar la diabetes tipo II, como dejar de fumar, comer saludablemente y hacer actividad física. También existen medicamentos; por ejemplo, en algunos casos puede inyectarse insulina para compensar la poca producción de esta en el páncreas.
Como alternativa surge Ozempic, fármaco que entra al mercado en el año 2017 y que funciona estimulando la secreción de insulina por el páncreas, pero que además ralentiza el vaciamiento del estómago, reduciendo el apetito.
El vaciamiento gástrico ocurre porque el fármaco actúa imitando una hormona llamada GLP-1, la cual tiene un papel clave en la regulación del deseo de comer y la secreción de insulina. Al activar estos receptores, no solo mejora el control de la glucosa, sino que también suprime la sensación de hambre y alarga la sensación de saciedad.
Este efecto es la razón por la que rápidamente se masificó entre celebridades e influencers el uso de este medicamento, prometiendo una baja de peso milagrosa usada incluso por Elon Musk y Oprah Winfrey. Lamentablemente, el mal uso de este provocó que en 2023, la FDA emitiera una advertencia sobre el uso de Ozempic después de recibir informes de eventos adversos.
Se ha descrito que, por ejemplo, puede inflamar al páncreas, causar complicaciones de los cuadros de retinopatía diabética, efectos gastrointestinales, dolores de cabeza, infecciones urinarias, impactar en la absorción de medicamentos tomados oralmente, como los anticonceptivos, entre otros efectos.
En nuestro país, Ozempic solo ha sido aprobado como tratamiento de la diabetes tipo II y no como control de peso. Sin embargo, Chile lidera el ranking OCDE de países con más sobrepeso y obesidad, de ahí la necesidad de encontrar nuevos métodos de control de peso.
La popularización del fármaco en este contexto genera un riesgo inevitable, ya que su automedicación sin supervisión médica no es recomendable. Su masificación en redes sociales la convierte en un problema de salud pública que ha causado incluso una falta de stock en farmacias.
Además de los riesgos asociados al mal uso de Ozempic, los altos costos de este y de Wegovy –otro compuesto para el control de ingesta– han generado debates sobre la equidad en el acceso a tratamientos para la obesidad. En muchos países, estos medicamentos no están cubiertos por los sistemas de salud pública cuando se utilizan para la pérdida de peso, lo que limita su accesibilidad para gran parte de la población.
A esto se suma el reciente caso en el Reino Unido de una persona que falleció tras el uso de Mounjaro, un medicamento similar a Ozempic, que también se emplea para bajar de peso.
Este trágico incidente ha alertado a especialistas, quienes advierten que estos fármacos pueden incrementar el riesgo de pancreatitis aguda, especialmente en personas con predisposiciones o problemas biliares. Los expertos insisten en que el uso de estas inyecciones debe ser estrictamente supervisado por un profesional de la salud para evitar consecuencias graves.
A largo plazo, uno de los principales desafíos con el uso de semaglutida, tanto en Ozempic como en Wegovy, es la tendencia de los pacientes a recuperar el peso perdido una vez que dejan de tomar el medicamento. Esto subraya la necesidad de enfoques sostenibles y cambios de estilo de vida para mantener los resultados.